Tomillo

Un té de tomillo permite ver más allá de lo que los ojos pueden ver.


Según la mitología griega, la planta del tomillo surgió de una lagrima derramada por la noble "Helena de Troya", y que del tomillo los guerreros obtenían fuerza y valor para la lucha.

Los celtas relacionaron al Tomillo con el ‘Santo Grial’, y a veces, en su búsqueda, se dejaban guiar por las matas de esta planta, que enlazaba con la diáspora de los primeros cristianos hacia la Europa del Oeste: aún hoy algunos guías turísticos mencionan el viaje de José de Arimatea a España, a la montaña de Monserrat, llevando el cáliz de la última cena. Se dice que los ángeles celebraron aquel lugar santo haciendo crecer el Tomillo por sus laderas, para que los viajeros calmaran la sed masticando sus hojas.

 Un té frío de tomillo todas las mañanas, pasado con un algodón en la piel de la cara, ayuda contra el acné porque es limpiador y tonificador de la piel.

Tiene propiedades tonificantes, estimulantes del apetito, espasmolíticas, antisépticas, expectorantes y antifúngicas. 
El tomillo se ha empleado contra la tos ferina, las inflamaciones crónicas de los bronquios, el asma, el dolor de estómago, los trastornos digestivos y la diarrea. Se ha llegado a utilizar incluso como repelente de mosquitos.





Es uno de los condimentos fundamentales de la cocina Mediterránea.
Cuando se frotan sus hojas despiden un perfume intenso, fragante y levemente terroso. Su sabor picante  lo hace insustituible en la cocina tradicional.
El tomillo seco mantiene la mayor parte de su aroma y sabor, por lo que es muy apreciado como hierba aromática. Tradicionalmente se presenta en rama o en hojas,  solo o combinado con otras plantas aromáticas como el romero, dando origen a las hierbas provenzales.
El tomillo soporta excelentemente largos tiempos de cocción mezclándose con lentitud con el resto de sabores. Marida especialmente con ajo, cebolla, albahaca, laurel, lavanda o perejil. Aromatiza y potencia el sabor del vino tinto.